Es la cuarta vez que estoy en Bulgaria de vacaciones. Esto se debe que mi mujer es originaria de este país y todos los años realizamos un viaje para ver a la familia y conocer nuevos lugares. Publicar estos posts (este es el primero de dos) era una deuda pendiente que tenía por dos razones: la primera es porque su música está ejerciendo influencia sobre mi manera de componer y la segunda, porque Bulgaria es un país que merece ser más conocido de lo que es, al menos para los hispano-hablantes. En efecto, hay muy poco material en castellano. No obstante, aunque hable algo sobre su historia, cultura y paisaje y, eso sí, me extienda en su música en el segundo post, la mayoría de la publicación la haré desde el punto de vista subjetivo, es decir, como su título indica, escribiré desde la impresión que me ha causado este país. No pretendo realizar un estudio científico. Os animo a que sigáis leyendo porque os fascinará Bulgaria, os emocionará.
La república de Bulgaria se sitúa en lo que llamamos la Europa del Este y limita con Turquía y Grecia al sur, Serbia y la República de Macedonia al oeste, y Rumania al norte. El este de Bulgaria da al mar Negro. Tiene una extensión de 110.879 km cuadrados (poco más de una 5ª parte de España) y una población de 7.384.000 habitantes (poco más de una 6ª parte de la población española). Su idioma es el búlgaro y utilizan el alfabeto cirílico, como en Rusia. Su religión es la ortodoxa.



El hecho de que sea la puerta entre Europa y Asia y de que esté formada por una mezcolanza de civilizaciones que emigraron allí a través de los siglos (principalmente protobúlgaros, tracios y eslavos del sur, además de la invasión del país durante 500 años por el pueblo turco) hacen que Bulgaria posea una gran riqueza cultural y única en el mundo. Debido a esta mezcla, te puedes encontrar desde personas con la piel muy blanca, ojos verdes o azules, y rubias, hasta personas morenas con ojos y pelo negro, incluso con rasgos tártaros. Por cierto, ¡la belleza abunda en este país!
Su paisaje y su clima también afectan a la cultura de Bulgaria. En cuanto a su paisaje, lo primero que diré es que predomina el color verde en todo el país. Por donde vayas hay verde. Me recuerda totalmente al norte de España. Encontramos por un lado el paisaje de montaña, que tanto ha influido en su música, destacando los Balcanes, que atraviesan el país de oeste a este, los montes Ródope, hacia el este, y los montes Rila y Pirin en el extremo oeste. Por otro lado las llanuras se encuentran al suroeste, a lo largo de la costa del mar Negro y a lo largo del río principal de Bulgaria, el Danubio, que hace frontera con Rumania. El clima del país alcanza temperaturas extremas, desde -20 grados hasta 35 aproximadamente.

Y probablemente estaréis pensando: “si nos escribe siempre sobre música y piano ¿cómo es que nos cuenta esto ahora?”. Bien, os cuento esto porque son factores necesarios para comprender su arte, su música, tema que desarrollaré en la segunda publicación sobre Bulgaria.
En cuanto a mi impresión de la gente y del país, en mi opinión sus gentes son abiertas (no tanto como en España), te acogen con suma hospitalidad y te ofrecen lo que tienen. Son buenas personas, aunque muy castigadas por la historia, pero cuando les abres el corazón se emocionan porque sienten que ellos también pueden hacerlo contigo. También les encanta el “cachondeo” como a nosotros, no son nada fríos.
En cuanto a su gastronomía, me ha parecido que es buenísima, con mucha variedad, destacando la cocina al horno y el empleo de gran cantidad de verduras. Merece la pena que probéis platos de la cocina búlgara porque os fascinarán. A los búlgaros les encanta hacer fiestas al aire libre, cuando hace buen tiempo, y poder cantar, bailar y comer esos platos tan deliciosos que tienen. En ese aspecto son muy parecidos al pueblo español.
Por otra parte, en Bulgaria hay una libertad que se ha perdido en muchos países, producto de legislar absolutamente todo y que, al meno yo, echo de menos.
Para finalizar este primer post, diré que en Bulgaria se viven momentos inolvidables, como las escapadas al mar Negro, o a los Balcanes, con sus piscinas termales, o la espiritualidad que sientes cuando entras en la catedral ortodoxa Alexander Nevsky, o cuando te subes al tren que va de Sofia, su capital (por cierto, no se pronuncia “Sofía”, sino “Sofia”) camino de Pleven, y parece que te has trasladado a principios del siglo XX, con sus compartimentos que tienen dos sofás, uno enfrente del otro, y su pasillo, todo decorado en madera oscura. Este tren más el paisaje de montañas y ríos que se ve, impregna todo de un romanticismo que se queda impreso en la memoria. Todo esto invita a componer…
¡Y eso es lo que haré! En el próximo post, la 2ª parte de éste, publicaré un vídeo con una nueva composición mía en la que mezclaré mi estilo con el lenguaje folclórico búlgaro.
Salud y amor para tod@s!